Ayer abrí un mensaje de Twitter. Un joven
amable y
sincero, que voy a llamar Pepe, buscaba hablar conmigo. Visité su perfil en Twitter antes de responderle y me sorprendió ver que lo usaba básicamente para compartir material pornográfico muy explícito.
Pepe no lo sabe, pero
vive en una Sexosfera que le entorpece y ralentiza el corazón y a mí me toca explicárselo para que él decida qué hacer.
Antes de que un niño aprenda a decir Mamá y Papá, ya está respirando la composición química de la atmósfera que le circunda. Así, si un niño nace en la depresión del Mar Muerto y otro nace a la orilla del elevadísimo lago Titicaca, respirarán composiciones distintas de aire: el tipo de atmósfera que les ha tocado vivir a cada uno. Sucede lo mismo con el conjunto de actitudes y hábitos que nos rodean mientras crecemos.
Respiramos nuestra atmósfera cultural sin cuestionarla.
Pepe ha recibido algunas influencias culturales que le mejoran como persona, pero
otras en cambio no, aunque sea la atmósfera habitual que todos respiran al unísono con él. Pepe, y con él muchos jóvenes y adultos, ven normal el uso de la pornografía bisexual como elemento de distracción y no pasa nada. El ambiente, el suyo, el que respira mientras crece, le cierra los ojos sobre la toxicidad de esta atmósfera para su vida. No pienso hablarle de pecado, pues hay algo aquí que precede al pecado mismo y es el mal objetivo:
le afecta aún antes de que tenga culpa,
como el humo de un incendio te afecta aunque estés dormido y no sea culpa tuya el incendio que otro inició.
De la misma forma que un niño nacido en el antiguo Egipto vería con total normalidad la existencia de la esclavitud, Pepe y muchísimos otros
ven normales las relaciones bisexuales, el porno y cualquier uso de la sexualidad fuera del matrimonio. El niño egipcio, al crecer, debería hacer un esfuerzo intelectual considerable para oponerse a la práctica de la esclavitud, y Pepe está tan obligado a pensar como piensa sobre la sexualidad que sólo podrá liberarse con una dosis tan fuerte de
reflexión y autonomía como la del niño egipcio que no quisiera esclavos.
La sexosfera en la que vive Pepe le rodea por todas partes y no le deja pensar, ni cuestionar nada sobre el tema. Tiene que acatarlo. El humor habitual de amigos y monologuistas también es sexual, la publicidad, los mensajes de whatsapp, de twitter y el Spam que llega a su correo son sexuales. Si ve una serie americana aprende que el incesto es normal, que incluso lleva a plenitud a quien lo practica. Cuando va al cine, no importa si es una peli del espacio, de tiros, medieval o de James Bond, Pepe aprende que la liberación sexual es "el aire" que respiran los mejores personajes de las mejores películas. Así, Pepe no se da cuenta de que es una "liberación-impuesta" por todas partes. Y si es "impuesta" no es tan libre sino que más bien es una cadena de la que no podrá escapar a menos que actúe.
¿Es para tanto? ¿no es una exageración decir esto? ¿En qué le puede afectar, si simplemente es el modo actual de vivir? además él siempre ha vivido así: Pepe sale del cine, de su casa o de la conversación con sus amigos respirando dentro de la sexosfera, le parece normal este ambiente y
se ha adaptado sin darse cuenta de que tiene menos oxígeno que en el Titicaca y su vida se hace pesada,
gris y cada vez con menos horizontes. Si quieres jugar un partido de fulbol en el Titicaca... no puedes dar ni tres carreras.
Pues, si quieres AMAR teniendo una visión de la sexualidad tan deteriorada, no durarás nada tampoco y tu juramento de "amor eterno" durará menos de tres meses.
Aquí radica el problema. Estamos hechos para amar en plenitud.
Sólo eso nos llena: no el amor, sino la plenitud en el amor. La sexualidad es un lenguaje para expresar esto. No es un pasatiempo, sino que transmite algo más. Bien usado el sexo es una declaración de amor, de querer el mejor proyecto con la persona que amas. Mal usada, la sexualidad da un hachazo a nuestro corazón y lo retuerce hacia nosotros mismos. Lo que debería ser un "salir hacia el otro" se convierte en un "reconcentrarte en ti mismo".
No conozco a nadie que alimentándose de pornografía llegue a mirar mejor a la novia o al novio, ni que le estimule a ser más generoso. Dejar que el instinto mande en esto (me apetece, me gusta) es como si el Egipcio juzga de la esclavitud a la luz de si está más cómodo o no con gente que le sirva sin cobrar. La sexualidad en el matrimonio tiene un mensaje claro: amor fiel. Amor que dice: "eres el centro de mi vida, te amo y quiero un proyecto contigo, me entrego a ti para siempre y te acepto para siempre".
Esto se pierde por completo en el sexo porno o en las relaciones fuera del matrimonio. Te quita el oxígeno poco a poco, hasta convencerte de que no es tan malo ser tan limitado. Como la atmósfera sin mucho oxígeno te va ralentizando poco a poco, la sexosfera te empuja a que te contentes con lo que hay en el instinto, las relaciones pasajeras que no llevan a nada. No importan nombres ni rostros, sólo un cuerpo. Mañana será otro.
Tanto bombardeo, tanta presión para llegar a ver así la sexualidad,
produce seres humanos enrollados en sí mismos, como virutas de madera enrolladas en su propia nada... siempre a la caza de sensaciones más intensas, pero nunca mirando a nadie a los ojos para aprender a entregarse y salir de sí mismos.
Y ésta es la peor parte de la sexosfera que se respira hoy: te entrena a la infidelidad. Pero si tu corazón no sabe ser fiel... ¡se queda sin oxígeno! Aunque todo el mundo te haga ver que lo normal es el porno, las relaciones, el sexo sin compromiso... tu corazón sigue ahí, obstinado y desea, desea y siempre deseará una cosa: amar y ser amado.
La sexosfera te entorpecerá, te ralentizará, te adormecerá en el amor mientras te promete lo contrario. Te jura que llegarás al amor y a la libertad pero al mismo tiempo te envuelve en cadenas; cadenas cómodas y brillantes. Pero los hechos están ahí.
La sexosfera nunca educará tu corazón para amar como la atmósfera sin oxígeno no te alargará la vida. Te hará experto sólo en una cosa: en escribirte cartas de amor a ti mismo. Y esa no es la atmósfera que necesita tu corazón.
El aire puro en la sexualidad es otra cosa: es tener pulmones
honestos, respirar verdad y pureza, es decir:
ser dueño de ti,
no vivir a medio gas,
ni enrollado en ti mismo, sino decir que sí con fuerza y entusiasmo a un corazón fiel y fuerte que nadie va a lograr marchitar y que un día podrás poner en manos de quien tú quieras. Sin cadenas. Libre. Capaz de amar siempre.